En la liana vistosa y empinada
funden los galaripsos su esbelteza,
como una aspiración que se anonada
– temblando de pasión – en la belleza.
Tejiéndose al imán de sus amores,
su follaje nervioso, se estremece;
y presume quizás, al echar flores,
que es el árbol amado el que florece.
Teclado son de vientos vagarosos
y cual la mirra de sagrado rito
en espiral remóntanse, ganosos
de holgar entre el planeta y lo infinito.