Los buitres lanzan piedras
y la diosa madre se aferra al huevo
de un avestruz.
Lo protege.
No olvida
que el dolor deforma.
Tiñe las uñas de sus pies
y manos,
y espera.
Ha de rescatar esa imagen
del polvo del desierto.
Nada más allá de lo que ahora ve.
El dolor abulta
como un hijo no deseado.