Llevando por el mar el fementido
Pastor a Helena en sus idalias naves,
Nereo de los aires la violenta
Furia contuvo apenas, y anunciando
Hados terribles: en mal hora, exclama,
Llevas a tu ciudad, a la que un día
Ha de buscar con numerosas huestes
Grecia; obstinada en deshacer tus bodas,
Y de tus padres el antiguo imperio.
¡Cuánto al caballo y caballero espera
Sudor y afán! ¡Oh, cuanto a la dardania
Gente vas a causar estrago y luto!
Ya, ya previene Palas iracunda
El almete y el égida sonante,
Y el carro volador; y aunque soberbio
Con el favor de Venus, la olorosa
Melena trences, y en acorde lira,
Grato a las damas, cantes amoroso
Verso, nunca será que las agudas
Flechas de Creta y las herradas lanzas,
Funestas a tu amor, huyendo evites;
Ni el militar estrépito, ni al duro
Ayax, ligero en el alcance. Tarde
Será tal vez; pero ha de ser: que en polvo
Tu cabello gentil todo se cubra.
¡Ay! ¿No miras al hijo de Laertes
Y Néstor el de Pilos, a los tuyos
Uno y otro fatal? ¿No ves qué osados
Ya te persiguen, Teucro en Salamina
Príncipe, y el que vence las batallas
Y diestro auriga a su placer gobierna
Los caballos, lidiando, Steneleo?
Tiempo será que a Merión conozcas
Y a Diomedes, más fuerte que su padre.
¿Le ves, que ardiendo en cólera, te busca,
Te sigue ya? Tú, como el ciervo suele,
Si al lobo advierte en la vecina cumbre,
El pasto abandonar; así cobarde
Y sin aliento, evitarás su golpe:
Y no, no fueron tales las promesas
Que a tu señora hiciste. La indignada
Gente que lleva Aquiles, el funesto
Hado de Troya y sus matronas puede
Un tiempo dilatar; pero cumplidos
Breves inviernos, las soberbias torres
Arderá de Ilion la llama argiva.