¡Ay! ¡Cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buena andanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
Pero tal lugar no era para hablar en amores:
a mí luego me vinieron muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores:
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.
Unas palabras tenía pensadas para decir:
el miedo a la compañía me hace otras departir,
apenas me conocía ni sabía por dónde ir,
con mi voluntad mis dichos no se podían seguir.
Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta;
a veces mal atado el perro tras la puerta.
Bueno es jugar hermoso, echar una cubierta;
donde es lugar seguro bien es hablar, cosa cierta.
“Señora, mi sobrina, que en Toledo vivía,
se os encomienda mucho, mis saludos envía,
si hubiese lugar y tiempo, por lo que de vos oía,
os desea mucho ver y conoceros querría.
Querían mis parientes casarme esta sazón,
con una doncella rica, hija de don Pepión,
a todos respondí que no la quiero, non;
¡será mi cuerpo de aquella que tiene mi corazón!”
Bajé más la palabra, díjele que juego hablaba,
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
de que vi que se habían ido, y que nadie se quedaba,
empecé a decir mi queja de amor, que me ahincaba.
(faltan dos versos)
“Otro no sepa la habla; de esto juramento hagamos;
donde se cuidan los amigos, son más fieles entrambos.
En el mundo no hay cosa que yo ame como a vos;
tiempo ha pasado, de años más de dos,
que por vuestro amor peno; os amo más que a Dios.
No oso poner persona que lo hable entre nos.
Con la pena que paso, véngoos a decir mi queja;
vuestro amor y deseo, que me ahínca y me aqueja,
de mí no se separa, no me suelta ni deja:
tanto me da la muerte, cuanto más se me aleja.
Recelo que nos oísteis esto que os he hablado:
hablar mucho con sordo es mal seso y recado,
creed que os amo tanto que no tengo mayor cuidado:
esto sobre toda cosa me trae más apurado.
Señora, no me atrevo a deciros más razones.
Hasta que respondáis a estas pocas cuestiones;
decidme vuestro talante, veremos los corazones.”
Ella dijo: “Vuestros dichos no los precio dos piñones.
Bien así engañan muchos a otras muchas Endrinas,
el hombre es engañoso y engaña a sus vecinas;
no penséis que estoy loca por oír vuestras parlinas;
buscad quién engañéis con vuestras falsas espinas.”
Yo le dije: “¡Ah, sañuda, qué hermosos trabejos!
Están los dedos en las manos, pero no todos parejos;
todos los hombres no somos iguales hechos y consejos;
en la pelliza hay blanco y negro; pero todos son conejos.
Algunas veces pagan justos por pecadores,
a muchos perjudican los ajenos errores,
se da culpa de malo a buenos y mejores,
debe darse la pena a los que son sus autores.
El yerro que otro hizo a mí no me haga mal;
tened a bien que os hable allí en aquel portal:
no os vean aquí todos los que andan por la cal;
aquí os dije una cosa, allí seguiré igual.”