1 Caminaba Jesús por la ciudad,
llevando un gran martillo.
2 Y uno había en medio de la turba,
el cual dijo: He ahí al Hijo del Carpintero.
Y le pellizcó la mejilla.
3 Acontecido lo cual Jesús descargó
el martillo en medio de su rostro. Y
enfrentando la turba, dijo: Varón soy
de verdad y de justicia, mas antaño fui
golpeado y pellizcado muchas veces. Y
como viese unos niños junto a él, dijo:
4 Cada uno de estos pequeños de grandes
ojos y pies desnudos, necesitará mañana
un martillo.
5 Entonces la plebe, y los borrachos, y
las prostitutas vestidas de rojo, rodearon
a Jesús.
6 Y una mujer de grandes labios, díjole:
has venido a predicar la violencia?
Y replicó Jesús: No predico la violencia,
porque la violencia está en la naturaleza
de las cosas, y yo no soy ajeno a la naturaleza
de las cosas.
7 Y un borracho que había muerto a
su hijo, dijo a Jesús: Hablas verdad, oh
extraño; pues he ahí que anoche escuché
el canto rojo del vino, y muerto he
al hijo de mi corazón.
8 Mas Jesús, escupiendo en el rostro
del borracho, habló en el lenguaje de
las parábolas, diciendo:
9 Un hombre había que construyó su
morada junto al mar, en el sitio más peligroso.
10 Y el tifón, y los animales del mar
entraban en la morada, y grande mal
había acarreado por su mano. Y él decía:
tengo yo la culpa de que el viento
y las bestias del mar asienten en mi
casa?
11 Y dormía en el umbral de la casa, y
holgábase en ella con las hijas de los
pescadores.
12 Mas la sal y la muerte habían invadido
el aire de la casa, y había putrefacción
en sus cimientos.
13 Y los días del hombre fueron contados.
14 Por lo cual os digo, que aquel que
buscare el peligro, lo hallará, y aquel
que caminare por entre pantanos,
perderá la vida.
15 Oído lo cual, el borracho comenzó a
azotar su cabeza contra las piedras.
16 Entonces uno de la turba dijo:
Homicida es, y quería llevarle ante los jueces.
17 Dícele Jesús: Desde la matriz de tu
madre vienes cargado de culpas, cómo
juzgarás a tu hermano?
18 De verdad te digo, que para este
oficio de perseguidor de hombres
necesitas nacer dos veces.
19 Porque entre el perseguidor y el
perseguido, qué hay sino la letra muerta?
20 Diciendo lo cual, Jesús fuese por el camino.
Y ninguno se atrevió a seguirle.
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