Las sirenas

Vieron llegar la nave:
Como siempre
Elevaron sus cánticos pianísimos,
Sus murmullos de lluvia y arboleda
Que un céfiro brumoso llevaba lentamente
A las sienes morenas de los hombres,
Allí, donde se oculta el desconsuelo
Y remotos paisajes se atesoran
Con el secreto brillo de su azogue…

Vieron pasar la nave:
Nadie se conmovió,
Nadie se derrumbaba, loco, sobre el agua,
Nadie quiso buscar, enajenado,
Sus pechos luminosos, sus miradas de jaspe,
Sus escamas de fuego y de coral.
(Un hombre entre cadenas,
Hermoso como un héroe,
Desgarraba con llantos y alaridos
Aquel hondo y sereno navegar…)

Vieron como la nave se alejaba
Ajena, indiferente,
en calma singladura
Hacia islas felices y puertos abundosos,
Firme como el destino, libre como el olvido,
Desplegadas sus velas al viento y a la sal…

Ausentes, melancólicas,
Asoladas de un lívido temor,
Dejaron de cantar, envejecieron,
Quedaron con los siglos
Ignoradas de todos, convertido
En historia dormida su recuerdo.
Y una pobre mañana,
Entre un torpe revuelo de peces fugitivos,
Diéronse a lo profundo, naufragaron
Su pálido esplendor…

Todos los navegantes debieran perdonarlas:
Ellas nada querían,
Ellas sólo cantaban y cantaban…
Ellas nunca supieron que en sus voces
Habitaba la muerte.


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Poema Las sirenas - Antonio Porpetta