Querría, Dios, querer lo que no quiero;
Fundirme en Ti, perdiendo mi persona,
Este terrible yo por el que muero
Y que mi mundo en derredor encona.
Si tu mano derecha me abandona,
¿qué será de mi suerte? Prisionero
Quedaré de mí mismo; no perdona
La nada al hombre, su hijo, y nada espero.
“¡Se haga tu voluntad, Padre!”-repito –
Al levantar y al acostarse el día,
Buscando conformarme a tu mandato,
Pero dentro de mí resuena el grito
Del eterno Luzbel, del que quería
Ser, ser de veras, ¡fiero desacato!