Sólo he visto mi ayer hacia el pasado;
en el niño que fui, viniendo a ser
el que busca la imagen de su ayer
desde el hombre en sus ojos confinado.
Soy, y sé claramente aquella cosa
anterior que he sabido. La mañana
de una fecha inmutable ya lejana
y el embrujo de la primera rosa.
Sólo en él, ese niño que hoy me mira
como a un ser ajeno, me vislumbra
el que soy, y que aún no se acostumbra
a volver a un recuerdo sin mentira.
Ambos cumplen ahora mi memoria.
Pero, ¿quién es, en este ambiguo espejo,
el que dicta mi voz y quién, perplejo,
va escribiendo el silencio de mi historia?
Fui quien soy, pero soy quien fui, sin duda.
¿Quién será, de los dos, quien me pronuncie
en el nombre del nombre que lo anuncie,
cuando el otro que aún no soy acuda?
¿Quién será, cuando el otro yo me vuelva,
el lector de su ayer en mi presente?
¿Quién, con una escritura diferente,
logrará que la mía se disuelva?
¿Quién dirá quién a quién dirá haber sido
quien dictó y escribió y leyó…? ¿Y a quién
tocará, para mal o para bien,
ser el único dueño de su olvido?