Enjuga, enjuga esa preciosa perla
Que para herir cristalizó el amor:
Ella deslumbra el corazón que al verla
Hierve de nuevo en criminal ardor.
No venga, no, de tus hermosos ojos
Astros de vida el brillo a oscurecer;
No venga infausta a presagiar enojos,
Ni amortiguar tu bello rosicler.
Chispa divina del sagrado fuego
Que infundió a tu alma celestial piedad
Ella es, y deja al desdichado ciego
Que vaga envuelto en triste oscuridad.
¿Por qué llorar? De las pasiones fieras
Tú no has sentido el devorante ardor;
Siempre te halagan auras lisonjeras,
Nunca te asalta el frígido escozor.
¿Por qué llorar? Un misterioso velo
Te encubre aún arcanos del vivir;
Tu alma es más pura que la luz del cielo,
Todo a tu anhelo miras sonreír.
¿Por qué llorar? Impresa en la memoria
No llevas, no, la sombra del pesar;
Gozas de un ángel la inefable gloria,
Tu sueño guarda un ángel tutelar.
Mas ¡ay! que veo tu pupila ardiente
Toda anegada en lloro virginal;
Mas ¡ay! que asoma en tu lozana frente
Del infortunio el precursor fatal.
Dale a mi mano el enjugar tus ojos;
Mas ¡ah! que vierten fuego abrasador:
Y yo insensato, para más enojos,
Ni llorar puedo ni sentir amor.