La diamela

Dióme un día una bella porteña,
Que en mi senda pusiera el destino,
Una flor cuyo aroma divino
Llena el alma de dulce embriaguez;
Me la dio con sonrisa halagüeña,
Matizada de puros sonrojos,
Y bajando hechicera los ojos,
Incapaces de engaño y doblez.

En silencio y absorto toméla
Como don misterioso del cielo,
Que algún ángel de amor y consuelo
Me viniese, durmiendo, a ofrecer;
En mi seno inflamado guardéla,
Con el suyo mezclando mi aliento,
Y un hechizo amoroso al momento
Yo sentí por mis venas correr.

Desde entonces, do quiera que miro
Allí está la diamela olorosa,
Y a su lado una imagen hermosa
Cuya frente respira candor;
Desde entonces por ella suspiro,
Rindo el pecho inconstante a su halago,
Con su aroma inefable me embriago,
A ella sola consagro mi amor.


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Poema La diamela - Esteban Echeverría