Huye, ambición, al ostentoso lecho
Donde reposa el feble cortesano:
Donde divierte su cuidado en vano
Bajo la pompa del dorado techo.
Airada oprime tu agitado pecho,
En él aborta tu veneno insano,
Y resentido al toque de tu mano
El mundo juzgue a su anhelar estrecho.
Mas, nunca imprimas en el alma mía
El hidrópico anhelo de grandeza…
Dame la paz en que vivir solía.
En mi estado infeliz, en mi pobreza,
No desear tan solo apetecía,
Que es para el hombre la mayor riqueza.
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