EL POETA
¿Quién eres tú, que del
tendido cielo bajas,
envuelta en nube trasparente,
y a mí llegando con callado vuelo,
portes la diestra en mi abrazada frente?
Las orlas de tu blanca vestidura
mueve gimiendo la nocturna brisa;
sobre tu frente, cual la nieve pura,
el laurel de los genios se divisa.
Y es lánguida y es triste tu mirada,
como, en las tibias noches del estío,
los rayos de una estrella reflejada
en la corriente de sereno río.
Leve sonrisa por tus labios vaga
y embellece tu faz encantadora.
¿Eres quizá la solitaria maga
de esta orilla gentil habitadora?
¿O tal vez mi invisible compañera
la hermosa y celestial melancolía?
EL GENIO
La vida soy de la anchurosa esfera;
soy el genio feliz de la armonía.
Yo enciendo de los vates
en la elevada frente,
la llama creadora
del alma inspiración.
Por mí, por mí tan solo,
sonaron dulcemente
las melodiosas liras
de Dante y Calderón.
Por mí los campos bellos
de Grecia se animaron
con los cantares nobles
del épico inmortal.
Por mí la accion del tiempo
gloriosos dominaron,
y se oyen todavía
do quiera resonar.
Yo di robusto acento
al inspirado Herrera
para cantar los triunfos
de su inmortal nación;
y templé y de Rioja
el arpa lastimera,
que alzaba en las ruinas
tristísima canción.
Mi alcázar es la gloria,
mi reino el ancho mundo,
y nada hay que resista
mi influjo y mi poder;
mas sólo algunos seres
el celestial, profundo
misterio de mi ciencia
consiguen comprender.
Tú anhelas un renombre;
los lauros de la gloria
son el dorado sueño
de tu alma juvenil;
y tu exaltada mente
en pos de la victoria
se lanza, arrebatada
por su ambición febril.
Mas tu impotente esfuerzo
a conseguir no alcanza
el lauro generoso
tras que perdido vas;
y cae hoja tras hoja
la flor de tu esperanza,
y temes que no vuelva
a renacer jamás.
¡No temas! yo te presto
mi ayuda omnipotente
en la elevada empresa
que vas a acometer.
Canta, y tu voz sonora
se eleve en vuelo ardiente,
y el mundo conmovido
la escuche con placer.
Yo le daré la grata,
suavísima armonía
de las pintadas aves
al despuntar el sol;
o el temeroso estruendo
con que la mar bravía
se agita, al rudo impulso
del rápido aquilón.
Y ceñiré tus sienes
del lauro deseado,
tras el que osado corres
en tu ambición febril;
y tu famoso nombre,
de gloria circundado,
esculpiré en mi alcázar
de pórfido y marfil.
EL POETA
¡Oh! ¡sí, yo, cantaré! yo de mi lira
haré brotar dulcísimos acentos,
que en alas vayan de los raudos vientos
publicando mi gloria por do quier.
¡Oh! ¡sí, yo cantaré!… Mas, ¿será acaso
sueño de mi exaltada fantasía
esa voz que estremece el alma mía,
llenándola de júbilo y placer?
¡No importa! ante mis ojos el camino
aparecer contemplo de la gloria;
quiero volar en pos de la victoria
y salir de mi triste oscuridad.
Y si me aguarda acerbo desengaño,
si huye de ante mis ojos la corona
y mi talento a mi ambición no abona,
antes de sucumbir, sabré luchar.
Y a la sombra del álamo frondoso,
del alto monte en la tendida falda,
sobre la verde alfombra de esmeralda
que viste el suelo en el florido Abril;
o del invierno en las heladas noches,
al son del agita y al silbar del viento,
se elevará dulcísimo mi acento,
como la voz del ruiseñor gentil.
Evocaré del seno de las tumbas,
donde yacen hundidas y olvidadas,
de los héroes las sombras veneradas,
de Europa asombro, de la España honor;
o lanzaré al espacio conmovido,
coronando mi lira gayas flores,
historias de los tiempos que ya han sido,
cánticos dulces de encendido amor.
Toca mi frente, tú, genio divino,
arcángel del amor y la poesía,
y raudales de férvida armonía
de mi ignorada lira brotarán.
Enciende en mi la inspiradora llama
que los sentidos y la mente eleva,
y, como en alas de los vientos, lleva
al centro de tu alcázar inmortal.