Holgando está con jarifa

Holgando está con Jarifa
El Abindarráez gallardo,
Y contemplando en la gloria
Que meresció su cuidado.

“Mi alma y mi bien”, le dice;
Ella: “mi ser y regalo”;
Él la llama: “mi señora”;
Ella: “mi señor y amado”.

Que cuando es amor de tempre,
Es con los suyos tan franco,
Que con placeres de un día,
Paga pesares de un año.

Pero como viene herido,
Y cautivo de un cristiano,
No sabe si lo descubra
O si lo tenga callado.

Al “sí” le fuerza el se ver
De su palabra obligado,
Mas el dar pena en Jarifa,
Al “no” le está convidando.

Pero descúbrelo el rostro,
Que ya le tiene turbado,
Porque están juntos en él
Amor y fe batallando.

Habla en Jarifa su celo
Y pide el por qué celado
Vive, suspenso y cuidoso,
Triste, presente y mudado.

Rompen silencio en el moro
Amor, temor y mandado,
Y responde con suspiro
Refiriendo el qué del caso:

“Ajeno de imaginar
Insistiera mi contrario,
En resistir mi penar
A talle de batallar,
Partí anoche solitario.

Intención sólo guiaba
A ver tu dulce presencia
Pero fortuna que agrava
Me ofreció batalla brava
Cristiana, mas con clemencia.

De Alora ciertos guerreros
Con Rodrigo de Narváez
En granadinos ligeros
Salieron [a] Abindarráez,
Armados de caballeros.

La sobrevista mirando,
Vieron en mí que era moro,
Y cinco que eran de bando
Me acometieron volando
Agraviando su decoro.

Señaláronse en rencuentro
Con la fuerza de su langa,
Pero no hicieron mudanza
En el corazón, que dentro
Gozaba de tu esperanza.

Ora la suerte quisiese,
Ora su corta ventura,
O el sitio de la espesura,
No hubo alguno que me hiriese,
Ni falsease la armadura.

Doblóseles fuerza en verme
En la cruel liga metido,
Y pretendiendo prenderme,
Vieron tan bien defenderme
Que temieron su partido.

Nascióles de este temor
Corazón para llamar
Al alcaide, su tutor,
De cuya fuerza y valor
Te puedes asegurar.

León se mostró en la guerra
Hasta que me vio rendido,
Pero rendido y en tierra,
Fue tan noble y comedido,
Que su término me atierra.

Orgulloso y de guerrero
Por armas quiso rendirme,
Pero como caballero
Sabiendo mi amor tan vero,
Dio licencia de partirme.

Déjele palabra y fe
De volver a su prisión,
Cumplida tu petición.
Esto, pues, es el por qué,
Jarifa, de mi pasión.

Arto siento en despedirme,
Jarifa, de tu presencia,
No por el temor de ausencia,
Pues mal podrán ya rendirme
Su mudanza y empaciencia.

Y cuanto quiera llegar
A destrozar mi constancia,
No hallarán tiempo y lugar;
Para sólo imaginar
Sacará de mí ganancia.

Ágalo posible en ello,
Que aunque en hacer se deshaga
No podrá dejar la llaga
Que tiene en el alma sello
De pagar lo que te paga.”

Cuando Jarifa entendió
El por qué del triste caso,
Y conosció ser cautivo
El Bencerraje su amado,

Determina de partirse
A cumplir con él el plazo,
Por no se quedar sin alma
Con su ausencia y sin su amparo.

¿Ha sido, hermana Pinela? dijo Silabia?, tan grata a mi gusto la letra y el
Concierto de tu música, que si competidores y premios hubiera, a mi juicio
Merescieras la corona.

?Bien es verdad? dijo Laura?, pero parésceme que ha favorescido en la letra
Menos a Jarifa, no siendo ella en amar al moro menos aventajada.

?Harto a mi juicio? dijo Geminandro? ha dicho de ella, señora, y si gustáis,
Pues no tiene competidor que la contradiga, prosiga la historia que a mi
Parescer lo más gracioso resta.

Y viniendo en ello Laura, templando a talle la cítara, prosiguió Pinela la
Historia en diversas tonadas de esta manera (prosigue en el romance XV)


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Poema Holgando está con jarifa - Anónimo