FRENTE a la mar rompiente
frente a la noche incierta
mirando al horizonte y esperando
que aparezca la aurora
es cuando el hombre escucha
el siseo silencioso de este vasto
dominio que no le pertenece y le descubre
toda su pequeñez y su grandeza
sobre acantilados enigmáticos
proas imaginarias barcos perpetuos
y con el viento ajustándose a su cuerpo
contempla
sabe
que nada ha de cambiar cuando él se haya ido
el agua seguirá chocando dura y blanda a la vez
con la robusta roca de aristas vivas
que no logran herirla
más al contrario ella
irá pulverizando milímetro a milímetro al duro mineral
orgulloso muro escarpado que ostenta cicatrices y oquedades