Un puñado de tierra de
Tu profunda latitud
Herib Campos Cervera
A Carlos
Señor de última altura
La soberbia meseta otea
Imperturbable
Bajo el ceño de piedra.
Su abigarrada frente
Embiste roturando cielos
En fabulosa siembra.
La fragancia casta del follaje
Quiebra el agrio relente
De bicho de la selva,
Mientras
Chirría el bosque de cigarras
En inútil protesta
Y el pulso aprisionado desborda,
Cristalino,
De la entraña serena.
Catedral ondulante
Sin puertas,
Hurga el fondo del tiempo
Tu memoria de hierbas.
En el silencio oscuro, susurrante
El rito se renueva
-antigua vocación de la luna –
Y las manos ofrendan
Un puñado de tierra.
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