De pronto, por el mar, sube, baja un sonido,
un débil silabeo de garganta cortada,
un son, un eco turbio de cuerpo dividido,
de párpados, de lengua, de pulsos y de nada.
No sé quién me persigue poniéndome estos muros,
este tribunal falso y esta luz de condena,
quién hace que las olas abran cuartos oscuros
con hombres que en su fondo los hunde una cadena.
Signos de nuevos crímenes se escuchan en el viento
y la sangre parece que intenta ser bahía
y que la mar estudia rodar con otro acento
y cosechar la tierra más muertos todavía.
Era triste ir bajando sólo oyendo hendiduras,
relámpagos de hachas y un abrir y cerrar.
La vida era la muerte, y el resto, cerraduras.
Y vi una cruz gamada ensangrentando el mar.
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