Cerré la puerta con dos vueltas de llaves: una para la soledad, dos para el
secreto.
Olga Orozco, La oscuridad es otro sol
Para Juan R. Lozano
I.
Se termina la simulación. Ya se apartan de mí
los pólipos del delirio, el vapor que devora la piel,
las raíces del recuerdo.
– Vivo sin vivir en mí-, susurras inaudible
como si nadie escuchara el eco
abierto en la desgarradura.
¡Cosmogonía de la unción, viento,
yo fui mortal entre el musgo y la abeja!
II.
A ras del suelo pido,
clamo como Agustín por el hermano abismo
y sus hijastros en palacio.
El cielo estalla en el iris.
El cielo hierve en el disfraz
sus muchos reinos, sus destilerías.
III.
¿Cómo acuñaste esta moneda dorándose de nervaduras?
Huésped de imaginación,
diste la palpitante primavera en medio del escalofrío.
IV.
Escarbé en mi boca todos los sellos
del laberinto hasta el dolor.
Abrí la jaula tallándose en la eucaristía
del patíbulo.
V.
Lumbre detrás de los peligros:
aquí nadie debe perderse como en un abrazo,
vestíbulo y vórtice.
(Ningún alarido explota.
Jamás una gangrena lamerá estos misterios.)
Vuélvete espuma hasta lo invisible.
VI.
¿Qué rehén grazna en la atalaya?
Grazna y grazna sin pausa
por las geologías de mi encantamiento.
¿Ya ves los sicomoros flamígeros?
Noche sofocante,
¿con qué tatuaje salto este grito?
VII.
Al fin la tierra herida vela el teatro
de cucharas caníbales sobre fondo violeta.
Cuchillos y clavo.
He allí la esperanza de cada nacimiento.
VIII.
¿Me dijiste quién hilaba – entonces –
en la rueca como tigra durmiente?
¿La araña del ábside jugando a ser elegida
y condenada de su infierno clavado en la renuncia?
¿La niña que mira desde altos visillos
a las limpiadoras del trigo en su último día?
IX.
Debí llamarme Epimeteo,
el que mezcla a grandes sorbos las metamorfosis.
Un borroneador en el mundo.
X.
Primitiva esfera, ánfora sacrificial.
Hasta el confín
recorrí ese camino de agujas.
XI.
Quedaban de la noche las figuras,
las grandes trágicas del juego.
XII.
Palpita y se sumerge.
Tiene las formas de tu cuerpo adonde voy.
Mira la hoguera desprendida que sube.
Hasta se inclina
a este pequeño corazón hecho con llagas
de la mujer que llora debajo de su sombra.