EL verde tamarindo bríndale al patio estrecho,
Sin hierbas y arenoso, sombra ceñida y mansa;
Y, dulce de Amistad Es y años, en el techo
De zinc de la vivienda su ramaje descansa.
De los soles blancuzcos, rígidos, no se cansa
El árbol oleoso, tremador y derecho;
Junto a él, el extático rumiador se remansa,
Distante del propósito, del afán y del hecho.
El patio reducido goza su compañía
En la uniforme y lenta seguridad del día,
Persistente en un ritmo despejado de lutos.
Me exalto cuando el árbol, en su mejor momento,
Esparce por el patio caliente y polvoriento,
Donde el lagarto inflámase, sus agridulces frutos.
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