Hinchado entre besos y respiraciones marinas,
por recuerdos que en adagios lo asaltan,
el ahogado como un remo perdido
se llena de sal y de una paciencia sin tierra.
Las ondinas lo llevan a otros resplandores
más íntimos,
hacia soles que se guardan
en galeones hundidos
y tiempos que salen desde grietas profundas.
Lo arrastran con suaves relatos
cuando el oído
se acostumbra a su suerte en aquellos caracoles
del pecho.
La canción deviene olvido.
Pero en el fondo persiste una locura
y es el vaivén del ahogado.