Égloga i

Argumento

Alción i Caustino, dos pastores cuyos nombres tienen alegórica sinificación. El
Caustino era amado de una pastora llamada Cynthia. Alción, siendo su amigo, se
Aficionó della, i andando lamentándose de ver que lo tratava con menosprecio,
Entendido de Caustino, i hallándolo en sus lamentaciones quexándose de la
Esquiveza de Cynthia, haziendo burla de su ciega passión, passa con él el
Razonamiento que contiene, etcétera.

A don Antonio Manrique

Mi Musa exercitada en las montañas,
Entre riscos i árboles umbrosos,
Oída de las fieras alimañas,
Agradable a los Faunos amorosos,
Quiere salir dexando las cabañas,
Las dehesas i sotos deleytosos,
A los prados de Amor donde reparte
El fuego abrasador del fiero Marte,

I assí mostrar el amoroso afeto,
La poderosa fuerça que commueve
Al más altivo pecho i más quieto
Que cosas no esperadas tiente i prueve;
En cuanto el ocio i el temor secreto
En que me tiene el Hado, que remueve
Tantas causas de daño en daño mío,
Sin dar jamás a su crueldad desvío,

Quiere que aora deste tiempo duro
Reduzga un breve término a la pluma,
¡ó claro Don Antonio!, i qu’el seguro
Temor espela i sossegar presuma,
Porqu’el desseo i ánimo tan puro
Que mueve a mi desseo no consuma
El voraz tiempo con oscuro olvido
Siendo en Letheo a fuerça sumergido.

Por esso, gran señor, quitad d’en medio
Un solo punto el velador cuydado,
Solicitando a bueltas el remedio
Qu’el Cielo tanto tiempo m’á negado,
I del govierno qu’es a tantos medio
Os mostrad (a me oír) desocupado:
No porqu’el baxo acento lo meresca,
Mas porque yendo a vos jamás peresca.

I el Cielo dando a mis trabajos buelta,
Venido el tiempo que desseo tanto
En que mi opressa libertad sea suelta,
Por vuestra mano dando fin al llanto,
Dexada la fatiga en que rebuelta
Vive mi alma, en numeroso canto
Celebraré vuestro glorioso nombre,
Qu’en toda parte toda gente nombre.

Mas ya qu’el tiempo aora me lo impide
I el horrible temor me corta el hilo,
Pues él me lleva i él mis passos mide
Dando al sugeto acomodado estilo:
Recebid los suspiros que despide
Alción, oíd su llanto, ved que un Nilo
Se buelve en su amorosa fantasía
Siguiendo en soledad mi compañía.

De su dura fatiga compelido
I del tenaz dolor que le aquexava,
A contemplar (en quien lo trae encendido)
Sin sobresalto, un monte freqüentava;
Lugar quieto, dulce i ascondido,
Do Betis suavemente murmurava
Por entre flores i árboles corriendo,
Do puesto Alción, la boz soltó diziendo:

ALCIÓN, CAUSTINO

ALCIÓN

¡Ó Cynthia airada, altiva, ingrata i dura!
¡Ó coraçón de duro diamante!
¡Ó Cynthia a mi tormento tan segura
I a mi firme querer tan inconstante!
¿De qué sirvió la inmensa hermosura
Qu’el Cielo puso en ti? ¿De qu’el semblante
Que sossiega la ira al fiero viento,
Si es causa de dar fuerça a mi tormento?

¿De qué sirvió la púrpura i el oro,
La nieve, perlas i el rubí precioso?
¿De qué las luzes de immortal tesoro
I el nativo esplendor maravilloso?
¿De qué la boz del soberano coro?
¿De qu’el mirar onesto i poderoso
De dar a un muerto vida i buena suerte
Si sólo a mí tal bien me da la muerte?

No porque a mi firmeza se le deve
Ni a puro amor en mí tan conocido,
Que tanto mal i tanta afrenta prueve
I en tal odio me vea consumido.
¿Cuál árbol, cuál montaña no se mueve
A mi dolor? ¿Cuál bronze endurecido?
¿Cuál risco no se ablanda con mis ojos?
¿Cuál aspereza d’ásperos abrojos?

Sola en ti no ay piedad, sola en ti falta,
Que a todo sobrepujas en dureza:
Assí cual eres en beldad más alta,
Assí eres desigual en la crueza;
Que tu ostinado coraçón esmalta
Dentro de sí tal odio i tal fiereza
Que oyendo tu crueldad en mis querellas
Cruel te llama el Cielo i las estrellas.

Por ti padesco el aspereza i saña
Del poderoso Amor i mi cuidado;
Por ti todo contento i bien me daña
I por ti estoi sin mí i en ti ocupado;
Por ti la soledad desta montaña
Sigo, por ti aborresco mi ganado,
Que otro tiempo amparé cuando fui dino
Que me viesses sin miedo de Caustino.

Por él te veo siempre desdeñarme,
Por él serte odioso el nombre mío;
Por él huyes de mí sin escucharme
I por él sufro tu imortal desvío;
Por él aun no te mueves a mirarme,
Con no pretender más mi desvarío
De que un solo momento a hurto veas
El mal que hazes en mi por que lo creas.

No te pido yo en esto que aborrescas
A quien Amor, el Cielo i la ventura
Favorecen, ni quiero qu’enternescas
Tu coraçón por ver mi desventura,
Que ya esperar que tú te condolescas
De mi terrible mal, sería locura
Si no es que Amor quisiesse ya de hecho
Mudar tu coraçón i altivo pecho.

Mas esto (si es remedio) no es possible
Que pueda ser en mi favor i ayuda,
Que siendo cual te soy aborrecible,
¿qué bien avrá que a socorrerme acuda?
¡Ó suerte dura! ¡Ó coraçón terrible!
¡Ó ingrata Cynthia! ¿Cómo no se muda
Tu alma d’esse amor, por quien me dexas
Ardiendo en fuego, en celo, en llanto, en quexas?

Con un suspiro puso fin al canto,
Enternecido en su amorosa pena,
Paró la lengua i dio lugar al llanto
Que se mostrasse con crecida vena;
Traspuesto en su congoxa i su quebranto
Del racional discurso se enagena,
I estando assí, Caustino se hallava
En el mismo lugar i assí cantava:

CAUSTINO

Sagrado Betis, que con dulce estruendo
Vas regando esta selva deleytosa
A donde van guiados mis acentos:
Enfrena tu corriente presurosa;
Oye mi canto, con el cual pretendo
Tener suspensos los airados vientos;
I los más elementos
Que distintos están por su aspereza
Juntos al tierno canto
Estarán mientras canto,
Libre de la crueza
Del ciego, injusto Amor i su fiereza,
En libertad sabrosa,
Fuera de su contienda peligrosa.

Sus vanas esperanças seguí un tiempo,
Sus dañosos plazeres m’agradaron,
Mas desto vivo libre i reposado,
Escarmentado en ver cuantos quedaron
Burlados de su breve passatiempo,
I cuantos lloran su engañoso estado.
Comigo retirado
En esta soledad, dulce, agradable,
No temo si se aíra
Mi pastora o me mira,
Si esta odiosa o afable,
Si quiere, si aborrece, si es mudable,
Qu’es la vida que adora
El ciego amanta que su bien inora.

De todo aquesto en libertad segura
Me río, i lo estoi viendo muy quieto,
Despedidos del alma los temores,
Seguro ya del peligroso aprieto,
Reduzido a razón de mi locura
Gozo el suave aliento destas flores;
En aquestos dulçores
Ocupo solamente mi sentido,
I en llevar mi ganado
Al pasto acostumbrado,
Traerlo del exido,
En mirar si el sarmiento está metido,
Si a la fresca ribera
Pinta la desseada Primavera.

Pongo la cuerda a la sutil raposa,
Tiendo la red al ave descuydada,
Sigo el ligero ciervo en su corrida;
Buelvo cargado dél a la majada
Después que con carrera presurosa
En el curso acabó su curso i vida;
Hago dél mi comida,
Combido sin temor al ganadero,
Que sus vacas guardando,
A su plazer cantando,
Con ánimo sincero
Lo acepta, i aunque rustico i grocero,
Lo tiene en más estima
Que plata u oro u lo que más s’estima.

No m’entretengo ni jamás do entrada
En mi memoria al fácil pensamiento,
Qu’en cosas fuera déstas pare un punto;
Luego lo aparto i voy en seguimiento
De la vida quieta i reposada,
Que todo bien alcança i tiene junto.
No m’altero, o barrunto
Mil sospechas, ni admito su recelo;
No doy fuerça al tirano
Que jusga ya en su mano
Todo el poder del suelo,
Porqu’el otro señor viendo su zelo
De ambición, le responde
Riendo lo qu’el cauto pecho asconde.

¿Quién es aquél que solo i recogido
Al pie de aquella haya veo sentado,
Seguro al parecer, libre i quieto?
¿Es Alción? ¡Él es, ó desdichado!
¿Qué nueva desventura le á traído
‘aquesta soledad, o cuál aprieto
Le tiene tan sugeto?
¿Vive en su antiguo fuego todavía?
Quiero a do está acercarme
I dél mismo informarme,
I por aquesta vía
Passaré sin fastidio el largo día,
Oyéndole dar cuenta
Del mal que le consume i atormenta.

Salud tengas, Alción, i del rocío
De la dorada Aurora tengas parte,
I tenga fin tu mal tan importuno,
I en la fértil ribera deste río
Que por diversas partes se reparte
Veas el bien a tu desseo oportuno;
I sin miedo ninguno
Del cauto lobo, pluvias o tormenta,
Arribes tu ganado
Al deleytoso prado
Donde se representa
La gloria en que tu alma se sustenta,
I veas tus corderos
Henchir de blanca lana tus aperos.

ALC.

Llueva dulce licor por tus collados,
Uvas te dé la larga montuosa
I el lobo tenga miedo a tu ganado;
Dente los alcornoques miel sabrosa
I tus corderos sean señalados
De la raíz de sándix de su grado.
La tierra sin arado
Te produzga abundantes sementeras,
Las ásperas espinas
Te broten calvellinas,
I en las anchas laderas
Te nasca el rico amomo i hagas eras,
I te dé tal contento
Cual yo con tu venida aora siento.

CAU.

Cuán seguro, quieto i sin cuydado
Te muestras, Alción, en tu semblante,
Sentado a sombra d’essa haya umbrosa
Sin que cosa a impedirte sea bastante;
Gozoso vives el felice estado
Do te subio tu suerte venturosa,
I con boz sonorosa
Llamas a la pastora que recrea
Tu alma, a ella ofrecida,
Que de Amor encendida
La considere i vea,
I tu encendido amor conosca i crea,
I entre aquestos dulçores
Los celos dan más fuerça a tus amores.

ALC.

Caustino: nunca fue tan venturoso
Que de tan alto bien tuviesse parte,
Ni jamás conocí tan alta suerte
Ni ocupo mi juizio, estudio i arte
Sino en mi trato agreste, desseoso
De verme libre de cuydado fuerte,
Que causa triste muerte
Al que sigue su lucha peligrosa,
A donde es ser vencido
El que más á podido.

CAU.

No me digas tal cosa,
Que tu alma también es amorosa.

ALC.

¿Por qué razón lo entiendes?

CAU.

Porque conosco el fuego en que t’enciendes.

ALC.

Negarte que no estoy de Amor llagado,
Que no abrasa el Amor el pecho mío,
Sería negarte la verdad provada:
Como si te afirmasse qu’este río
Es monte, i esta haya es mi ganado,
I esta luz que da el Sol es emprestada;
I assí es cosa escusada
Encubrir lo que al fin d’estar cubierto
El tiempo que lo encubre
Él mesmo lo descubre,
Mas el procurar cierto
Quiénes la que yo amo, es desconcierto,
Porque fiero castigo
El Cielo me promete si lo digo.

CAU.

Sin duda es la gran Iuno tu querida,
Según la encubres dentro en tu conceto,
I es justo assí guardalle sus amores,
Que uno por no amalla con secreto
Fue su voluntad loca conocida
I por premio sacó eternos dolores.
Pues mira los ardores
De la hermosa Venus i el dios Marte
Que aun de sí los guardavan,
Mas después suspiravan
Aquella sutil arte
Con que su amor se supo en toda parte,
Porqu’el umilde suelo
Prometió no encubrille nada al Cielo.

ALC.

No quiero a Venus ni es mi amor con Iuno,
Ni contiendo con dioses celestiales,
Caustino, ni procuro lo impossible;
Ni dezafío dioses imortales,
Ni quiero dellos infamar ninguno,
Ni quiero ser a Iove aborrecible;
Ni tengas por terrible
Tener secreta aquella a quien adoro,
Porque sería más vicio
Dezir que la codicio
Sin guardar el decoro
De aquella que merece el alto coro,
I no a un ganadero
Que cuando más alcança es ser cabrero.

CAU.

Si en aqueste lugar secreto i solo
Te dixesse quién es, ¿qué me dirías
Si descubriesse todo tu desseo?

ALC.

Caustino, ten por cierto que serías
Para comigo otro nuevo Apolo,
Otro sabio Tiresias o Proteo;
I aunque lo seas no creo
Que comprehender puedas el cuydado
A que vivo sugeto,
Pues saber lo secreto
A Dios es reservado,
A quien el coraçón del ombre es dado,
Por lo cual, ¡ó Caustino!,
No quieras imitar lo que es divino.

Mas ruégote, si el tiempo te concede
Algún descanso i tu felice estado
Te permite gozarlo en compañía,
Des lugar al dulçor de tu cuydado
I al viento des la boz que ‘Apolo ecede
Su divino concento i armonía.
Seguirte é con la mía
No igual, para tener tal competencia,
Mas dándome tu aliento
Resonará mi acento
Que vaya a la presencia
De aquella de quien nunca hago ausencia,
De aquella que m’enciende,
Qu’el alma adora i sola el alma entiende.

CAU.

¿Si te agrada, Alción, cantar comigo
Qué premio avrá el que uviere la vitoria
O quien nos oye que nos dé sentencia?

ALC.

¿Quién te puede, ¡ó Caustino!, a ti dar gloria
O quien puede en contienda entrar contigo
Que no te ofresca el premio de obediencia?
¿Quién de la competencia
Nos juzgue? No ay en esto qué juzgarnos,
Que yo te reconosco
Ventaja, i la conosco,
Que por exercitarnos
I del calor molesto repararnos
Pedí que al viento diesses
Tu boz, no que comigo competiesses.

CAU.

Da principio, Alción, ¿por qué te tardas?
Tiempla tu dulce i sonorosa avena,
Que con la mía ya te estó aguardando.

ALC.

Muestra tu rica i frutuosa vena,
Caustino, ¿que te impide?, ¿a cuándo aguardas?
Que ya te están las Ninfas escuchando
I aquélla que abrasando
Está mi coraçón en fuego esquivo
I en su yelo m’enciende.

CAU.

Muy sin razón te ofende
Siendo tan su cativo.

ALC.

Aunque m’ofende en gran descanso vivo.

CAU.

Dexa ya essas passiones.

ALC.

Comiença, i avrán fin nuestras razones.

CAU.

Dad a mi umilde canto grato oído
Vos montes, fieras, ríos, aves, viento,
Qu’en lo más apartado i ascondido
Se oyga nuestro rústico instrumento,
I el pecho de piedad endurecido
Contra Alción se mueva a sentimiento,
De suerte que los Faunos i Silvanos
Canten i baylen por aquestos llanos.

ALC.

Tú, Cielo de mis quexas fiel testigo,
Que oír mi mal te suspendió algún día,
Séme, cual ya me fuiste, dulce amigo,
Pues sólo a ti conduele el ansia mía;
La ira, saña i el cruel castigo
De aquella fiera que mi bien desvía
I lleva por camino tan estraño
Aplaca con dezirle tú mi daño.

CAU.

Traigan amomo i casia, esparzan flores,
Caigan pluvias de oro en este prado
En servicio de Cyntia tus amores,
Con que su saña i odio sea aplacado.
Dexa los montes, dexa los pastores,
¡ó Pan de Arcadia!, ven, dexa el ganado;
Oye ‘Alción i vengan por testigos
Los mancebos de Arcadia sus amigos.

ALC.

Desde aquí estoy mirando, ¡ó Ninfa bella!,
Las Ninfas i las diosas escuchando
Mi suelta boz, i commovidas della
Estar tu injusta crueldad culpando;
A ti te veo riendo mi querella
I tu culpa con daño mío escusando,
Poniéndoles delante el amor puro
Qu’enternece tu pecho al mío tan duro.

CAU.

En dura enzina al natural sacada
De sutil mano, tengo tu figura,
Bella Cyntia, i tan bien entretallada
Qu’en ella ven cual es tu hermosura;
La de Alción al propio trasladada,
Que llorando su estrema desventura
Tu implacable crueldad, tu poco aviso,
Está por ti de sí hecho un Narciso.

ALC.

No ay planta en todo aquesto en que no vea,
¡ay, Ninfa ingrata! tu belleza puesta,
Qu’en esta obra solamente emplea
Mi alma la memoria en ti traspuesta;
Mas temo (aunqu’esta gloria me recrea)
Llegarme cerca aun con la vista presta,
Impedida de ti i ardiendo en celo
Lidio contigo, Amor, desseo i recelo.

CAU.

Cual fiera tigre no se mueve al canto
Del mísero Alción, sino la ira
Tuya, ¡ó cruel!, que al mundo causa espanto
No moverte jamás canto de lira;
Alça los ojos a mirar un tanto,
Que ardiendo en tu desdén de sí respira
Ardiente fuego con qu’enciende el yelo
Desta montaña i cassi abrasa el Cielo.

ALC.

De aquí donde tu saña rigurosa
Me tiene desterrado, estoy mirando
(¡ay, fiera!) tu beldad maravillosa,
Parte por parte viendo i contemplando;
I te veo que libre i desdeñosa
Estás riendo lo qu’estoy llorando,
Sin más memoria de mover tu pecho
Que si no uvieras tú mi daño hecho.

CAU.

De la pesada siesta el gran quebranto
Emos con nuestra música templado
I al Sol ardiente el encendido brío;
I una cosa, Alción, é contemplado:
Que a la dulçura i fuerça de tu canto
Cayó yelo i templo el ardiente estío,
Hizo correr el río,
Parar los montes sin ningún recelo,
Que se moviesse el Cielo,
Soplar los vientos cuando resonava
Tu suelta boz i entr’estos riscos dava,
A tu Ninfa llamando
Que de tu fiero mal s’está burlando.

ALC.

¿Cuándo jamás mi Musa campesina
Mereció que tal gloria se le diesse
Cual as dado al umilde canto mío?
¿O cuándo mereció que competiesse
Mi boz terrestre con tu boz divina,
Pues es imaginarlo desvarío?
¿O cuándo el presto río
Pudo mi canto suspender a oírme
Cual quisiste dezirme,
Si no es qu’en tener yo tu compañía
Tuvo valor la indina Musa mía,
Criada entre montañas,
Exercitada en rústicas cabañas?

I aora conseguí qu’en mi cadena
Cantar pudiesse, ¡ó gloria soberana!,
Que tanto premio viesse en mi baxeza,
I no en balde la boz d’esta mañana
Cuando traspuesto en mi sabrosa pena
Llegó a mi oído aquí en esta aspereza
Diziendo: tu tristeza
Tendrá fin oi, primero que a Ocidente
Llegue el Sol, que de Oriente
Començava a mostrar sus rayos de oro;
Con esta hoz se reparó mi lloro
I aora é conocido
Que aquella boz en esto se á cumplido.

CAU.

¿Qué boz pudo, Alción, hazerte cierto
De tan dudosa i no pensada gloria?
¿O quién pudo advertirte deste hecho,
Que cierto es cosa dina de memoria
Saber estando en medio de un dezierto
Tan fuera de sentido, en tal estrecho,
Sintiessen tu despecho,
Tu riguroso mal, i condolidas
Las Ninfas ascondidas
Dentro en los verdes árboles umbrosos,
Oyendo tus acentos dolorosos,
I a ellos respondiessen
I esperança tan próspera te diessen?

No tienes, Alción, razón ninguna
Tener assí encubierta tal hazaña
A quien de tu contento lo recibe,
Pues no ay quien pueda en toda esta montaña
Impedir que no cuentes tu fortuna,
Para lo cual al punto te apercibe.

ALC.

Nada no me prohíbe
Contar, Caustino amigo, mi suceso,
Mas es largo el proceso
I no ay lugar, pues ya declina el día;
Si quisieres los dos en compañía,
Bolvamos tu ganado
Del pasto, i demos buelta a lo abrigado,
I mañana la nueva luz mostrando
El claro Sol en el rosado Oriente,
Con que se alegran al lugar presente,
Venir podremos al lugar presente,
Donde te iré, Caustino, recitando
Todo el proceso de mis largos males.

CAU.

Si en ocasiones tales
Difieres de dar cuenta de tu istoria,
Recoge la memoria
I demos ambos buelta a mi cabaña,
Que si el oído i vista no me engaña
Théstilis la criada
Nos llama con la cena adereçada.


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Poema Égloga i - Juan De la Cueva