Dos antonias

I
En la noche llegas, en el día llegas,
A caballo, a caballo,
En la carreta fantasma,
En tren, a pie,
A hurtadillas llegas con la cinta roja,
Con tus zapatos de amarrar, a veces un remiendo,
Las trenzas, la fotografía
Como un ferrocarril que nos hace reír,
El golpe que te di (ahora me arrepiento),
Tus Canciones, tus rimas:
A los cerros le ladran los perros,
A las dos canta el torogós.
Quizá por eso nos olvidas. Pero Nerith
No te comprende, ni te pierdes ni nos abandonas.
Se trata de aprender a vivir
En este mundo de ficción. En este mundo de verdad.
Se trata de vivir todos los días.
Mejor es recordar y no ponernos tan sentimentales.
Olvidemos el traje desteñido, la cinta roja,
Tus zapatos de amarrar, el golpe que te di.

Mejor es recordar las discusiones
Sobre la existencias de Dios,
Los comentarios a Valerio Marcial,
Las lecciones en clave, la vieja máquina de escribir,
Tus entrevistas con los habitantes de las cuarterías.

Mejor es recordar y no ponernos tan sentimentales.
Mejor es recordar la última carta
Donde dices con miedo:
“Esta soy yo y esta es la casa del autor de…”
(dices el nombre de la obra).
Y digo para mí: el tiempo duerme.
“Aún tienes veinte años”. Los que nunca dejas de cumplir
Pues ¿quién no sabe sobre el autor de Ana Karénina?

II

Antonia, hoy llegas a mi casa
(digo mi casa pero no tengo casa).
“Sólo para pasar la noche, por favor”.
De pronto te has quedado sin nada.
Sin un centavo,
Sin parientes,
Sin marido.
No me lo pides por Dios, ni por caridad,
Exiges como si estuvieras segura de mi protección,
No pones los ojos tristes,
No bajas la cabeza,
No te recojes sobre ti misma.
Mientras sonrío, pienso: “Tantas habitaciones solas,
Tantos hijos sin padres”.
Pero no digo nada porque me dolería la cabeza,
Me quedaría como un Edipo y eso es grave.
“Podría presentarte a mi mejor amigo”.
Quieres un corazón igual al tuyo.
“Has escogido mal”. Y sonrío como un idiota.
Pienso en la casa vecina: “En la casa vecina…”
Y es como quedar callado,
Pretexto para cerrar la puerta.

Luego te vas, Antonia
Sin decirme adiós.
Mi almohada queda sola,
Más solitaria mi casa,
Mi boca sin palabras,
Más sin nada mis ojos.
No tengo nada para darte, nada para robar,
Ni el alberque que pides en mi casa
Porque no tengo casa. ¡Es demasiado tarde!


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Poema Dos antonias - Manlio Argueta