“Mientras tomo una taza de café
repaso los Poemas que he escrito.
¡Cuánta confusión! ¡Cuántas palabras perdidas!”
Oscar Oliva
I.
¡Cuánto estúpido vocablo!
¡Cuánta imbécil elocuencia!
¡Cuán banal la consecuencia
y certeza de lo que hablo!
¡Cuán endeble es el enlace
entre frase y frase! Tal
es el verbo que, al final,
conjugado se deshace.
Tan inútil, el idioma
nada vale que retumbe
en retórica; sucumbe
azolvado en cada coma.
Y las líneas donde junto
panegíricos dispersos
sólo rinden nimios versos
hacinados tras un punto.
II.
¿Dónde, Musa, te entretienes en ausencias?
¿Qué te ocupa?
¿Qué te impide aparecer?
¿Por qué no vienes?
¿Qué inhumano sortilegio
dictamina cuanto faltas a mi queja;
cuanto sobro de materia dolorida
frente a ti que, sobre todo,
me eres nada?
¿Cómo voy a protegerme de mis miedos?
¿Cómo voy a me olvidar que estoy por dentro,
a relámpagos infaustos de suspiros paralíticos, muriendo?
III.
La luna se suspende esplendorosa
a media oscuridad, y alumbra tanto
que el alba se demora ante su encanto
y el alma, tras los párpados, rebosa.
La esencia, las espinas y la rosa
aún son la pectide de mi canto;
la lírica, remanso de mi llanto…
¿Por qué de mí te apartas recelosa?
Apiádate de mí siquiera un poco.
¿No ves con cuánta urgencia te convoco?
Mis ojos, extraviados en la sombra,
mendigan la metáfora tardía
que nombre este vacío que te nombra,
a falta de ti misma, Poesía.
IV.
No queda más…
Residuo del último suspiro,
la voz me desconoce;
cumple con el acuerdo que tenemos
pero ya no alcanza
más allá de mis labios.
Siquiera hubiera
lamento cobarde
agazapado en el aire…
Siquiera fuera la pena
un anuncio de nuevo dolor…
Siquiera la vida entera
bastara para abrirle paso
al siguiente instante…
Siquiera tú…
(¿Tú quién?)
V.
Aquí yacen, demacradas, las ateridas flores que he dejado a los pies
de tu
altar. Simples y huérfanas, como estrellas olvidadas por la noche,
mis
palabras quedarán, a la vera del tiempo, en constancia del vano
instrumento que supe ser desamparado por ti.
Esto no es poesía.
Esto únicamente es un rosario de latidos inertes, cuentas engarzadas
en el
hilo de un momento eternamente uno… Helas aquí.
He puesto las palabras
Ahora ven
y haz el poema.