De la incierta salud desconfiado,
Mirando cómo va turbio y furioso
Betis corriendo al mar, dijo lloroso
Vandalio, del vivir desesperado:
“Recibe, ¡oh caro padre!, este cansado
Cuerpo de un hijo tuyo, deseoso
De hallar en tus ondas el reposo
Que negó la fortuna a mi cuidado.
Haz, padre, que estos árboles que oyendo
La causa de mi muerte están atentos,
La recuenten después de esta manera:
‘Aquí yace un pastor que amó viviendo;
Murió entregado a Amor con pensamientos
Tan altos, que aun muriendo, amar espera'”.