Erase que se era, ha tiempo, una cometa
-esqueleto de caña y carne de papel –
Unida solamente al resto del planeta
Por un hilo de cáñamo. Y yo tirando de él.
Yo la miraba absorto. ¡Por fín, por fín arranca
A volar! Y la cometa, abrazándose al viento
Se me alzó de improviso sobre la arena blanca
De la playa otoñal. Aún parece que siento
Su fuerza brusca y brava tirando de mi mano,
Tremolando en mis dedos, provocándome el grito,
Y su perfil naranja cada vez más lejano
Arañándole el vientre a un azul infinito.
Pero, de pronto, el viento se nos fue con la tarde
Y herida por la calma, ya no supo volar
Mi cometa. Recuerdo el silencio cobarde
Cuando la ví caerse en los brazos del mar.
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Yo soy como tú eras, vieja cometa: frágil,
Cuerpo de carne y hueso y alma de soñador.
Sin viento de esperanza que me haga sentir ágil
Se derrumba, impotente, mi sueño volador.
Yo se que El tira siempre de ese hilo que me ata
A la vida y si caigo en picado o si remonto
El lo decide. Ahora que esta calma me mata
Rezo en silencio ansiando que el viento vuelva pronto…