Con menos suerte para ser enamorada

I
No hay suerte puramente repentina en los bulevares,
No hay ojo de gato cerrado por los golpes del asombro al mediodía,
Ni luminaria requemada en los altos cielos, ni un presentimiento en los bolsillos,
O la placa de un automóvil, ni el vuelo de las palomas hasta las cornisas erosionadas del Teatro Nacional,
Y como acto supremo nos cae la moneda para echarla a la planicie verdosa,
Erizada con bucles rabiosos o contenidos, mientras la mano saca los dedos de la fuente terriblemente contaminados.
II
Parece lejano el bullicio azaroso de los inocentes, la urdimbre en la crispada ciudad capitalina;
Los viejos teoremas del tiempo ya achacosos para no volver a la victoria celebrada por la memoria.
Pero aquí está nuestra ciudad, imbuida en sus embrollos de hediondez
Y vendedores ilegales saltando como gotas de lluvia, cuchillos insinuados detrás de los chinamos,
El tubo de metal y la chispa del crack, o la quejumbrosa cadera de las “damas de la noche”
Que deambulan con encía desdentada, rotundamente sepultada en la banqueta de cemento
Frente al monumento de la soledad y el peregrinaje de los desolados.
III
Los billetes de lotería abanican corazones ambulatorios,
Abanican los globos extraterrestres que rutilan contra el alambrado de alta tensión,
Y un unicornio de acero cromado viaja en la punta sobre la tapa de un automóvil de lujo.
No hay suerte puramente repentina…
Con disimulo un hombre invisible saca naranjas pútidras de los depósitos metálicos para la basura.
La suerte loca caracolea, hace rechinar sus alas de libélula;
Con la bella sonata de los suspiros contaminados sacamos el libro de Poemas ;
Con los tambores de la alegría desechamos los pasos de la nostalgia,
Con los cajones de los heladeros nace una petulancia de belleza urbana,
Con las rimas solares y el soneto de la vitrina refinada empieza el grito de los silencios,
Con espigados demonios nos torturan el seso cervantino;
Con la madre mentada a los políticos el copo de sol se derrite,
Con todo y el nigromante Mundial Izado apesta la mala suerte; por eso la suerte no es algo puramente espontáneo.
IV
Del círculo de cemento se levanta el odioso olor a pescado y escabiosis empozada,
El hedor a nidos de algas envejecidas, a una ciudad cada día más sufrida y con menos suerte para ser enamorada,
Mientras los fantasmas guindan de las telarañas y los viejos relojesolvidan el campanazo meridiano
Y el amor acostumbrado a la calle.


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Poema Con menos suerte para ser enamorada - Carlos Calero