Tirita el bulto leve.
No más
El blando levitar en savia ajena.
Una niebla exigente
Achica la pupila azul
Y ciega.
Extraña suerte.
En el silencio blanco
Su virgen dolor grita
Al par que un latido recatado
Monótono comienza
Su andadura hacia la muerte.
A veces
Ese suave golpeteo
Me alerta que estoy viva
Y me pongo a pensar
En el silencio
(ausente de parajes conocidos)
Al que habré de llegar
Desarropada
Sin túnica ni carnes
Ni razón de desvelo.
Certeza inexorable
De lánguida grisura de fogata
Buscadora de cielo.
A qué contar las horas
De indomables relojes.
Jinete de quimeras
Engendro de lo alto o del infierno
Me asomaré a tu umbral
Al compás de la mano en movimiento.
O al saber
Que el amor ha prolongado
Su gloriosa simiente
En cantos nuevos.
No creo en la negrura;
Jamás termina el día en el abismo.
Estoy segura: en mí
Será lo mismo.