Cercada está mi alma de contrarios;
La fuerza, flaca; el castellano, loco;
El presidio, infiel, bisoño y poco,
Ningunos los pertrechos necesarios.
Los socorros que espero, voluntarios,
Porque ni los merezco ni provoco;
Tan desvalido, que aun a Dios no invoco
Porque mis consejeros andan varios.
Los combates, continuos, y la ofensa;
Los enemigos, de ánimo indomable;
Rota por todas partes la muralla.
Nadie quiere acudir a la defensa…
¿qué hará el castellano miserable
Que en tanto estrecho y confusión se halla?