Lloró una melodía sin conocerla;
no era ya suya la voz
escapándose a inventar
cualquier boca siniestra
en el embate
contra los espejos.
La vida
colgaba en la pared,
los monstruos de los pies
pastaban su humedad
emparentada al miedo
allí donde crecieron
cangrejos a los dedos
conque cosió la muerte
que se le abría por dentro
sin dejar de caer.