Asoma, Filis, soñoliento el día,
y llueve sin cesar, en los cercanos
valladares al pie de los bananos,
mi grey se escuda de la niebla fría.
Las vacas a sus hijos con porfía
llaman de los corrales, en pantanos
convertidos; y ruedan en los llanos
pardas las nubes y en la selva umbría.
Oye, se arrastran sobre el techo herboso
los tiernos sauces con extraño brío
al mecerlos el viento vagaroso.
Que trayendo oleadas de rocío
por las rendijas, entra querelloso.
Prende el fogón, amiga, tengo frío
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