Te quiero por ser cuerda y tener cinco dedos
Y una guitarra abierta a la voz imposible.
Por guardarme secretos.
Por compartir conmigo
Aquellos veinte años de lluvia y paraísos
Cuando escuchar a Brouwer
Era un acto de voluntad heroica.
Ya entonces me invadía esta misma certeza
De acompañarte siempre en la esquina del frío
Esperando la hora de que abrieran las puertas
Y ascender a lo alto
Donde nos alimentaran por igual los acordes.
Te quiero, sobre todo te quiero, porque me has enseñado
A pronunciar el nombre de Ludwig Van Beethoven,
A corregir acentos y a escribir sin dudarlo
El nombre interminable de Johann Kaspart Mertz.
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