Aut Deus naturae patitur;
aut machina mundi evertitur.
(Sanct. Dionis. Areopag.)
¿Por qué del almo cielo palidecen
Los vivos resplandores?
¿Por qué las sombras crecen
Y en triste noche umbría
Vese trocado de improviso el día?
¿Por qué brama iracundo
Inquieto el mar, y en inflamada nube
El trueno estalla con fragor profundo?
¡Ay! que del alto Gólgota en la cumbre
Fatídico se alza
Tosco madero, do en cruel suplicio
El Hijo del Eterno
Cual víctima se entrega al sacrificio.
Y bárbaros sayones
Martirizan al Justo,
E inicua multitud, que horror inspira,
Por la injusticia y la maldad guiada
Escarnece a su Dios, ardiendo en ira.
¡Ah! nada templa su furor creciente,
Ni de Jesús la sangre derramada,
Ni de su triste Madre el llanto ardiente:
Llanto amoroso que al correr fecundo
La tierra purifica, presagiando
Consuelo y paz y salvación al mundo.
Y tú, pueblo deicida,
¿no eres el mismo que la voz alzando
Ante el Verbo divino,
Hosanna al hijo de David decías,
Y amante en su camino,
Oliva y verdes palmas le ofrecías?
¡Y hora le niegas! ¡Ay! ¿Qué infausta mano
Te impulsa al crimen, que iracundo y ciego
Desconoces su origen soberano,
Y sordo estás de la clemencia al ruego?
¿Es que se acerca la terrible hora
¡Oh mísera Sión! en que perdidos
Los celestiales dones
Que bondadoso te envió el Inmenso,
No sólo te contemplen las naciones
Vil juguete de bárbaras legiones,
Del Cielo por castigo,
Sino que errantes por el ancho mundo
Tus hijos vayan, sin tener ni un pueblo,
Ni un pueblo solo que les preste abrigo?
¡Oh! si, se acerca: con tu propia mano
En tu seno has abierto la honda herida;
Que no Isaías lo anunciara en vano,
Ni fuera de Ezequiel la voz perdida.
Si, ya espira Jesús… El eco airado
Resuena de Jehová, triste la lumbre
Desfallece del sol; tiembla la tierra
Del uno al otro polo,
Y las cenizas que la tumba encierra
Se reaniman, causando al hombre espanto:
Chocan las piedras, y del templo santo
Se rasga el sacro velo…
Ruge Satán en su infernal morada,
Que el alma fiel, de su poder salvada,
Feliz ya puede remontarse al Cielo.