Cansado estoy de haber sin Ti vivido,
Que todo cansa en tan dañosa ausencia.
Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia,
Si me falta el dolor de arrepentido?
Pero, Señor, en pecho tan rendido
Algo descubrirás de suficiencia
Que te obligue a curar como dolencia
Mi obstinación y yerro cometido.
Tuya es mi conversión y Tú la quieres;
Tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio
De conocerme yo y de conocerte.
Aplícale a mi mal, por quien Tú eres,
Aquel eficacísimo remedio
Compuesto de tu sangre, vida y muerte.