Humillada miel

A mi padre, que cantaba con las manos llenas de miel y
rodeado de una nube de abejas en Santa Cruz de Moya.

A la miel de desastre y de milagro
cortada del panal de nuestra pena
acude, enjambre, un hambre de poesía
que construye sus íntimas colmenas
y las coloca en una aldea en ruinas.

Polen sin paz, aroma sin raíces,
cansancio que florece y fortifica,
tarros de oro y dolor, sol encerrado
en la alacena donde me escondía
para que nadie me encontrara nunca.

Este entierro es mi éxito y mi oficio.
Soy el apicultor de lo perdido.
Corto la miel del miedo de memoria.
Rindo mis homenajes en secreto,
coronado de abejas, a lo ido.

Hay humillada miel, padre, en tus manos
arrugadas y sabias que aplacaban
los dolores de tripa, las tormentas.
Quiero que sepas cuánto te he querido
sin decirlo. La culpa en mí callaba.

Luego huí de mi origen y no he vuelto
a saber dónde estamos ni qué quiere
decir tanta distancia. La poesía
enciende hogueras, señales de humo,
pone música póstuma al destierro.

Música de milagro y de desastres,
postre negado a un niño, fruta acerba.
Nadie sabe de dónde este sabor
de soledad en sal, de amarga miel
cortada del panal de nuestra pena.

Nunca podré pagarte en luz la deuda
que contrajo mi voz, padre, contigo.


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Poema Humillada miel - Juan Vicente Piqueras